Despertar es el potencial propio en todos los seres y la gnosis es la única llave para atravesar la puerta a la liberación que el Demiurgo y sus arcontes mantienen cerrada a través de los agregados activos y reactivos que esclavizan el Espíritu.

El impúdico Brat Hassein, nieto de Belcebu, se atreve a llamar «zánganos» a los hombres.


G. I. GURDJIEFF

Inmediatamente después, Hassein se sentó a los pies de Belcebú, y le dijo con tono implorante:
—Cuéntame lo que tú quieras, querido Abuelo; cualquier cosa que tú me digas será para mí la mayor alegría, tan sólo por venir de tus labios.
—No —repuso Belcebú—, será mejor que tú mismo me preguntes acerca de aquello que más te interese. Será un gran placer para mí poder hablarte acerca de lo que más desees saber.
—Querido y bondadoso Abuelo, cuéntame entonces algo acerca de esos... ¿Qué?... Esos... ¿Cómo se llaman?... Sí, acerca de esos «zánganos».
—¿Cómo? ¿Acerca de qué zánganos?, —preguntó Belcebú sin comprender la pregunta del niño.
—¿Pero no te acuerdas, Abuelo? Hace poco, cuando hablabas de los seres tricentrados que habitan en los diversos planetas del sistema solar en que viviste tanto tiempo, acertaste a decir que en uno de los planetas —no me acuerdo cómo lo llamaste— existían seres tricentrados parecidos a nosotros en su aspecto general, pero cuya piel era un poco más delgada que la nuestra.
—¡Ah!, —rió Belcebú—. Por lo que veo, me preguntas acerca de los seres que habitan el planeta Tierra y que se dan a sí mismos el nombre de «hombres».
—Sí, Abuelo, esos mismos. Cuéntame acerca de esos «seres hombres» con más detalle. Me gustaría saber algo sobre esos «seres hombres»
—dijo Hassein.
A lo cual replicó Belcebú:
—Mucho es lo que podría decirte acerca de ellos, pues el hecho es que visité con frecuencia ese planeta, viviendo largo tiempo entre ellos, e incluso llegando a hacerme amigo de muchos de los seres tricerebrados terráqueos.
Por cierto que habrás de encontrar interesante la información de que dispongo, relativa a estos seres, pues son en verdad muy peculiares.
Ocurren entre ellos muchas cosas que no podrían verse entre los seres de ningún otro planeta del Universo.
Yo los conozco muy bien, dado que su nacimiento, así como su posterior desarrollo y existencia a lo largo de muchos, muchos siglos —de acuerdo con su cálculo cronológico— tuvieron lugar ante mis propios ojos.
No sólo fui testigo de su nacimiento, sino también de la propia formación del planeta en que habitan.
Cuando llegamos por primera vez a ese sistema solar, estableciéndonos en el planeta Marte, nada existía todavía en el planeta Tierra, pues no había acabado siquiera de enfriarse por completo.
Desde su nacimiento mismo, este planeta fue motivo de serios problemas para Nuestra Eternidad.
Si así lo deseas, te contaré primero todo lo relativo a los acontecimientos de carácter cósmico general referentes a este planeta, que fueron la causa de dichos problemas.
—Sí, querido Abuelo —respondió Hassein—, cuéntame primero acerca de eso. Estoy seguro de que será tan interesante como todo lo que tú cuentas.

capitulo 8 de RELATOS DE BELCEBU A SU NIETO

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