Despertar es el potencial propio en todos los seres y la gnosis es la única llave para atravesar la puerta a la liberación que el Demiurgo y sus arcontes mantienen cerrada a través de los agregados activos y reactivos que esclavizan el Espíritu.

CAPÍTULO VIII de FRAGMENTOS DE UNA ENSEÑANZA DESCONOCIDA

P.D. OUSPENSKY

Diferentes estados de conciencia. Sueño. Estado de vigilia. Conciencia de si. Conciencia objetiva. Ausencia de conciencia de si. ¿Cuál es la primera condición para adquirir la conciencia de sí? Los estados superiores de conciencia y los centros superiores. El "estado de vigilia" de un hombre ordinario es e! sueño. La vida de hombres dormidos. ¿Cómo despertar? Estado del hombre al nacer. Influencia de la "educación" y del ejemplo de los que lo rodean. Las posibilidades del hombre. El estudio de si. "Fotografías mentales". Diferentes hombres en el mismo hombre. "Yo" y "Ouspensky". ¿Quién es activo y quién es pasivo? El hombre y su máscara. La división de si mismo en dos es el primer paso en el trabajo sobre si. La necesidad de ser sincero consigo mismo. ¿Por qué el hombre no se recuerda a si mismo? "Identificación". "Consideración". "Consideración interior" y "consideración exterior". Lo que significa la "consideración exterior" de una máquina. "Injusticia". Sinceridad y debilidad. Los amortiguadores de choques, o "topes". Conciencia. "Conciencia moral" e "intuición intelectual". Moralidad. ¿Existe una idea de la. moral común a todos? ¿Existe la moral cristiana? ¿Existe una concepción del bien y del mal común a todos? Nadie hace nada por amor al mal. Diferentes concepciones del bien, -y sus consecuencias. ¿En qué puede basarse una idea permanente del bien y del mal? La idea de verdad y la mentira. La lucha contra los "topes" y contra la mentira. Los métodos del trabajo de escuela. La subordinación. Darse cuenta de su propia nulidad. Personalidad y esencia. Los muertos vivientes. Leyes generales. El problema del dinero.

En una de las reuniones siguientes, G. volvió a la cuestión de la conciencia.
—No se pueden comprender ni las funciones psíquicas ni las físicas, dijo, salvo que se haya captado el hecho de que ambas pueden trabajar en estados diferentes de conciencia.
"Hay cuatro estados de conciencia posibles para el hombre (recalcó la palabra "hombre"). Pero el hombre ordinario, o sea el hombre número 1, 2 ó 3, vive solamente en los dos estados más bajos de conciencia. Los dos estados de conciencia superiores le son inaccesibles y aunque pueda tener chispazos de estos estados, es incapaz de comprenderlos y los juzga desde el punto de vista de estos dos estados de conciencia inferiores que le son habituales.
"El primero, el sueño, es el estado pasivo en el cual los hombres pasan un tercio y a menudo hasta la mitad de su vida. Y el segundo, el estado en que los hombres pasan la otra mitad de su vida es en el cual caminan por las calles, escriben libros, conversan de asuntos sublimes, participan en la política, se matan los unos a los otros; es un estado que ellos consideran como activo y que llaman de «conciencia lúcida» o «estado de vigilia». Las expresiones «conciencia lúcida» o «estado de vigilia» parecen haber sido escogidas en broma, sobre todo si uno se da cuenta de lo que debe ser una «conciencia lúcida» y de lo que es en realidad el estado en que el hombre vive y actúa.
"El tercer estado de conciencia es el recuerdo de sí, o conciencia de sí, o conciencia de su propio ser. Es habitualmente admitido que tenemos este estado de conciencia o que podemos tenerlo a voluntad. Nuestra ciencia y nuestra filosofía han pasado por alto el hecho de que no poseemos este estado de conciencia y que por sí solo, nuestro deseo es incapaz de crearlo en nosotros mismos, sin importar cuan clara sea nuestra decisión.
"El cuarto estado de conciencia es la conciencia objetiva. En este estado un hombre puede ver las cosas tal como son. Algunas veces en sus estados inferiores de conciencia puede tener chispazos de esta conciencia superior. Las religiones de todos los pueblos contienen testimonios de la posibilidad de un tal estado de conciencia que califican como «iluminación» o por otros varios nombres, y lo definen como indescriptible. Pero el único camino justo hacia la conciencia objetiva es a través del desarrollo de la conciencia de sí. Si a un hombre ordinario se le lleva artificialmente a un estado de conciencia objetiva y se le vuelve luego a su estado habitual, no recordará nada y pensará simplemente que por un lapso de tiempo había perdido el conocimiento. Pero en el estado de conciencia de sí un hombre puede tener chispazos de conciencia objetiva y recordarlos.
"El cuarto estado de conciencia representa un estado totalmente diferente del anterior; es el resultado de un crecimiento interior y de un largo y difícil trabajo sobre sí.
"Sin embargo, el tercer estado de conciencia constituye el derecho natural del hombre tal cual es, y si el hombre no lo posee, es únicamente porque sus condiciones de vida son anormales. Puede decirse, sin exagerar nada, que en la época actual, el tercer estado de conciencia no aparece en el hombre sino sólo por chispazos muy breves y muy raros, y que este estado no puede convertirse en algo más o menos permanente sino por medio de un entrenamiento especial.
"Para la gran mayoría de las personas, aun las cultas e intelectuales, el principal obstáculo en el camino para adquirir conciencia de sí es que creen que ya la poseen; en otras palabras, están totalmente convencidas de tener ya conciencia de sí mismas y de poseer todo lo que acompaña a este estado: individualidad en el sentido de un «Yo» permanente e inmutable, voluntad, capacidad para hacer, y así sucesivamente. Por tanto, es evidente que un hombre no se interesará por adquirir, a través de un trabajo largo y difícil, algo que en su opinión ya posee. Por el contrario, si se lo dice, pensará que usted está loco o que intenta explotar su credulidad para un provecho personal.
"Los dos estados superiores de conciencia — «la conciencia de sí» y «la conciencia objetiva» — están ligados al funcionamiento de los centros superiores del hombre.
"Además de aquellos centros de los cuales hemos hablado, hay en el hombre otros dos centros, el «centro emocional superior» y el «centro intelectual superior». Estos centros están en nosotros; están plenamente desarrollados y trabajan todo el tiempo, pero su trabajo nunca llega a nuestra conciencia ordinaria. La razón debe buscarse en las propiedades especiales de nuestra pretendida «conciencia lúcida».
"Para comprender la diferencia entre estados de conciencia, tenemos que regresar al primero, que es el sueño. Este es un estado de conciencia completamente subjetivo. Un hombre está sumergido en sus sueños, no importa si los recuerda o no. Aun si al dormido le llegan algunas impresiones reales, tales como sonidos, voces, calor, frío, sensaciones de su propio cuerpo, no suscitan en él sino fantásticas imágenes subjetivas. Luego el hombre se despierta. A primera vista éste es un estado de conciencia completamente diferente. Puede moverse, hablar con otras personas, hacer proyectos, ver peligros, evitarlos y así sucesivamente. Parece lógico pensar que se encuentra en una situación mejor que cuando estaba dormido. Pero, si profundizamos un poco más las cosas, si echamos una mirada dentro de su mundo interior, dentro de sus pensamientos, dentro de las causas de sus acciones, comprenderemos que está casi en el mismo estado que cuando estaba dormido. Y es peor aún, porque en el sueño él es pasivo, esto es, no puede hacer nada. Por el contrario, en el estado de vigilia, puede hacer algo todo el tiempo y los resultados de sus acciones repercutirán sobre él y sobre lo que lo rodea. Y, sin embargo, no se recuerda a sí mismo. Es una máquina, todo le sucede. No puede detener el Unjo de sus pensamientos, no puede controlar su imaginación, sus emociones, su atención.
Vive en un mundo subjetivo de «quiero», «no quiero», «me gusta», «no me gusta», «tengo ganas», «no tengo ganas», esto es, un mundo hecho de lo que él cree que le gusta o no le gusta, de lo que él cree que desea o no desea. No ve el mundo real. El mundo real le está oculto por el muro de su imaginación. Vive en el sueño. Duerme. Y lo que él llama su «conciencia lúcida» no es sino sueño — y un sueño mucho más peligroso que su sueño de la noche, en su cama.
"Tomemos algún acontecimiento en la vida de la humanidad. Por ejemplo, la guerra. Hay una guerra en este momento. ¿Qué significa? Significa que varios millones de dormidos están tratando de destruir a otros millones de dormidos. Por supuesto, rehusarían hacerlo si llegasen a despertar. Todo lo que sucede actualmente se debe a este sueño.
"Ambos estados de conciencia, sueño y vigilia, son igualmente subjetivos. No es sino al comenzar a recordarse a sí mismo cuando un hombre puede realmente despertar. Y entonces toda la vida circundante adquiere para él un aspecto diferente y un sentido diferente. La ve como una vida de gente dormida, una vida de sueño. Todo lo que dicen los hombres, todo lo que hacen, lo dicen y lo hacen en el sueño. Nada de esto puede tener el menor valor. Sólo el despertar y lo que lleva al despertar tiene un valor real.
"¿Cuántas veces me han preguntado ustedes si no sería posible detener las guerras? Por supuesto, sería posible. Bastaría que la gente se despertase. Parece una cosa pequeña. Sin embargo, es lo más difícil que puede haber porque este sueño es inducido y mantenido por la totalidad de la vida circundante, por todas las condiciones del ambiente.
"¿Cómo despertar? ¿Cómo escapar de este sueño? Estas preguntas son las más importantes, las más vitales que un hombre tiene que hacerse. Pero antes de hacérselas deberá convencerse del hecho mismo de su sueño. Mas sólo es posible convencerse de esto tratando de despertar.
Cuando un hombre haya comprendido que no se recuerda a si mismo y que el recuerdo de sí significa un despertar hasta cierto punto, y cuando haya visto por experiencia lo difícil que es recordarse a sí mismo, entonces comprenderá que para despertar no basta desearlo. Diremos, aún con más precisión, que un hombre no puede despertarse por si mismo. Pero si veinte hombres convienen en que el primero que se despierte despertará a los demás, ya tienen alguna posibilidad. Aun esto, sin embargo, es insuficiente, porque los veinte hombres pueden dormirse al mismo tiempo y soñar que se están despertando. Por consiguiente esto no basta; hace falta más. Estos veinte hombres deben ser vigilados por un hombre que no está dormido o que no se duerme tan fácilmente como ellos, o que se duerme conscientemente cuando es posible, cuando de ello no resulte daño alguno ni para él ni para los demás. Deben encontrar a un hombre de este género y contratarlo para que los despierte y no les permita volverse a dormir. Sin esto es imposible despertar. Esto es lo que hay que comprender.
"Es posible pensar durante mil años; es posible escribir bibliotecas enteras, inventar millones de teorías y todo esto en sueño, sin ninguna posibilidad de despertar. Por el contrario, estas teorías y estos libros escritos o inventados por dormidos simplemente tendrán como efecto arrastrar a otros hombres al sueño.
"No hay nada nuevo en la idea del sueño. Casi desde la creación del mundo se ha dicho a los hombres que están dormidos y que deben despertar. Por ejemplo, ¿cuántas veces se dice esto en los Evangelios? «Despertad», «vigilad», «no durmáis». Los discípulos de Cristo, aun en el Jardín de Gethsemani, dormían mientras su Maestro oraba por última vez. Esto lo dice todo.
¿Pero lo comprenden los hombres? Lo toman como una figura retórica, una metáfora. No ven en absoluto que debe ser tomado al pie de la letra. También aquí es fácil comprender por qué.
Tendrían que despertar un poco o por lo menos tratar de despertar. En serio, a menudo se me ha preguntado por qué en los Evangelios no se dice nada acerca del sueño... En cada página se trata de esto. Esto muestra simplemente que la gente lee los Evangelios en sueño. En tanto que un hombre duerma profundamente y este totalmente sumido en sus sueños, no puede ni siquiera pensar que está dormido. Si fuera capaz de pensar que está dormido, se despertaría. Y así todo sigue, sin que los hombres tengan la menor idea de todo lo que pierden a causa de su sueño. Como ya lo he dicho, el hombre, tal como es, tal como la naturaleza lo ha creado, puede devenir un ser consciente de sí. Creado con este fin, nace para este fin. Pero nace entre dormidos, y naturalmente cae a su vez en su sueño profundo justo en el momento en que debería comenzar a tomar conciencia de si mismo. Todo colabora con esto: la imitación involuntaria que hace el niño de los adultos, las sugerencias voluntarias o involuntarias de estos, y su así llamada «educación». Todo intento de despertar de parte del niño es frustrado al instante. Fatalmente. Y cuántos esfuerzos son necesarios más tarde para despertar; y cuánta ayuda se necesitará cuando se hayan acumulado millares de hábitos que compelen al sueño. Uno se libra de esto muy raras veces. En la mayoría de los casos cuando un hombre es todavía un niño ya ha perdido la posibilidad de despertar; vive toda su vida en el sueño y muere en el sueño. Además, muchas personas mueren mucho antes de su muerte tísica. Pero aún no ha llegado el momento de hablar de esto.
"Recuerden ahora lo que ya les he dicho. Un hombre plenamente desarrollado, a quien yo llamo «un hombre en el pleno sentido de la palabra», debería poseer cuatro estados de conciencia. Los hombres ordinarios, es decir los hombres 1, 2, y 3, no viven sino en dos estados de conciencia. Conocen o al menos pueden conocer la existencia del cuarto estado. Todos estos «estados místicos» y otros por el estilo son mal definidos; sin embargo, cuando no se trata de fraudes ni de simulaciones éstos son relámpagos de lo que llamamos un estado de conciencia objetiva.
"Pero el hombre nada sabe acerca del tercer estado de conciencia, y ni siquiera lo sospecha. Hasta es imposible que pueda sospecharlo porque si usted se lo explica, si le dice en que consiste, le dirá que este es su estado habitual. ¿No se considera a sí mismo como un ser consciente que gobierna su propia vida? Los hechos lo contradicen pero él los considera accidentales o momentáneos, destinados a arreglarse de por sí. Al imaginarse que posee la conciencia de sí de algún modo por derecho de nacimiento, no se le ocurrirá tratar de aproximarse a ella o de obtenerla. No obstante, en ausencia de la conciencia de sí, o del tercer estado de conciencia, el cuarto es imposible, salvo en raros destellos. Mas el conocimiento, el verdadero conocimiento objetivo —que los hombres se esfuerzan por conquistar, según afirman— no es posible sino en el cuarto estado cíe conciencia. El conocimiento que se adquiere en el estado ordinario de conciencia se entremezcla constantemente con sueños. Y con esto tienen ustedes un cuadro completo del ser de los hombres 1, 2 y 3."
En la reunión siguiente, G. continuó:
—Las posibilidades del hombre son inmensas. Ustedes no pueden ni siquiera tener una idea de lo que un hombre es capaz de alcanzar. Pero nada se puede alcanzar en el sueño. En la conciencia de un hombre dormido sus ilusiones, sus «sueños», se mezclan con la realidad. El hombre vive en un mundo subjetivo del cual le es imposible escapar. Esta es la razón por la cual nunca puede hacer uso de todos los poderes que posee y, por la que siempre vive solamente en una pequeña parte de sí mismo.
"Ya se ha dicho que el estudio y la observación de sí, bien dirigidos, llevan al hombre a darse cuenta que hay «algo falseado» en su máquina y en sus funciones, en su estado ordinario. Comprende que es precisamente porque está dormido que no vive y no trabaja sino en una pequeña parte de si mismo. Comprende que por la misma razón, la mayoría de sus posibilidades quedan sin realizarse, y la mayoría de sus poderes sin utilizarse. Siente que no tiene de la vida todo lo que ésta puede darle, y que su incapacidad se debe a los defectos funcionales de su máquina, de su aparato receptor. La idea del estudio, de sí adquiere un nuevo significado a sus ojos. Siente que posiblemente ni siquiera valga la pena estudiarse, tal cual es ahora. Ve cada función en su estado actual y lo que podría y debería llegar a ser. La observación de sí lleva al hombre a reconocer la necesidad de cambiar. Y al practicarla se da cuenta de que esta observación de si aporta por sí misma ciertos cambios en sus procesos interiores. Comienza a comprender que es un medio para cambiar, un instrumento para despertar. Al observarse, de alguna manera proyecta un rayo de luz sobre sus procesos interiores que hasta ahora se habían efectuado en total oscuridad. Bajo la influencia de esta luz, éstos comienzan a cambiar. Hay un gran número de procesos químicos que sólo pueden ocurrir en la ausencia de luz. Del mismo modo, un gran número de procesos psíquicos sólo pueden ocurrir en la oscuridad. Aun una tenue vislumbre de conciencia basta para cambiar completamente el carácter de los procesos habituales, y hacer totalmente imposibles gran número de ellos. Nuestros procesos psíquicos (nuestra alquimia interior), tienen muchos puntos en común con aquellos procesos químicos cuyo carácter cambia por causa de la luz, y están sometidos a leyes análogas.
"Cuando un hombre llega a darse cuenta de la necesidad no sólo del estudio y de la observación de sí, sino también de la necesidad de trabajar sobre sí con el objeto de cambiar, entonces debe también cambiar el carácter de su observación de sí. Hasta ahora, no ha estudiado sino los detalles del trabajo de los centros, tratando solamente de constatar tal o cual fenómeno, esforzándose por ser un testigo imparcial. Ha estudiado el trabajo de la máquina.
De ahora en adelante debe comenzar a verse a sí mismo, es decir, empezar ya a ver no sólo los detalles aislados, no sólo el trabajo de pequeñas palancas y pequeñas ruedas, sino todas las cosas tomadas en conjunto — este conjunto que él representa para los demás.
"Para este fin un hombre debe ejercitarse en tomar, por así decirlo, fotografías mentales de sí mismo en momentos diferentes de su vida y en sus diferentes estados emocionales; ya no fotografías de detalles, sino vistas globales. En otras palabras, estas fotografías deben contener simultáneamente todo lo que un hombre puede ver en sí mismo en un momento dado. Emociones, humores, pensamientos, sensaciones, posturas, movimientos, tonos de voz, expresiones faciales, y así sucesivamente. Si un hombre llega a tomar instantáneas interesantes no tardará en obtener una verdadera colección de retratos de sí mismo, que tomados en conjunto le enseñarán claramente lo que él es. Pero es difícil lograr tomar estas fotografías en los momentos más interesantes, es difícil captar las posturas, las expresiones faciales, las emociones y los pensamientos más característicos. Si un hombre logra tomar bien y en número suficiente estas fotografías, no tardará en ver que la idea que tenía de sí mismo y con la cual seguía viviendo año tras año, está muy lejos de la realidad.
"En lugar del hombre que creía ser, verá otro completamente distinto. Este «otro» es él mismo, y al mismo tiempo no es él. Es él tal como lo conocen los demás, tal como él se imagina y tal como aparece en sus acciones, palabras, etc.; pero no es exactamente él, tal cual es en realidad. Porque él mismo sabe que en este otro hombre, que los demás conocen y que él mismo conoce, hay mucho que es irreal, inventado y artificial. Ustedes deben aprender a separar lo real de lo imaginario. Y para comenzar la observación y el estudio de sí, es indispensable aprender a dividirse. Un hombre debe darse cuenta de que en realidad está
formado de dos hombres.
"Uno es el hombre que él llama «yo» y a quien los otros llaman «Ouspensky», «Zakharov» o «Petrov». El otro es el verdadero él, el verdadero Yo, que aparece en su vida sólo por muy breves momentos y que sólo puede llegar a ser firme y permanente después de un período de trabajo muy largo.
"Mientras un hombre se considere a sí mismo como una sola persona, seguirá siendo siempre tal cual es. Su trabajo interior comienza desde el instante en que empieza a experimentar en sí mismo la presencia de dos hombres. Uno es pasivo y lo más que puede hacer es observar y registrar lo que le sucede. El otro, que se llama a sí mismo «yo», que es activo, y habla de sí en primera persona, es en realidad sólo «Ouspensky», «Petrov» o «Zakharov».
"Esta es la primera realización que un hombre puede obtener. Tan pronto comienza a pensar correctamente, ve que está por completo en poder de su «Ouspensky», «Petrov» o «Zakharov».
No importa lo que él planee o piense hacer o decir, no es «él», no es su «Yo», el que lo dirá o lo hará, sino su «Ouspensky», «Petrov» o «Zakharov», y por supuesto lo que ellos harán o dirán no tendrá nada en común con lo que su «Yo» hubiese dicho o hecho; porque ellos mismos tienen su propia manera de sentir o de comprender las cosas, que puede a veces falsear y deformar completamente las intenciones originales del «Yo».
"Con respecto a esto, desde el primer momento de la observación de sí, al hombre le acecha un peligro preciso. Es «Yo» el que comienza la observación, pero «Ouspensky», «Zakharov» o «Petrov» se apoderan de inmediato de ésta y son ellos los que la continúan. Así desde el comienzo, «Ouspensky», «Zakharov» o «Petrov» falsean algo, introducen un cambio que parece sin importancia, pero que en realidad altera todo radicalmente.
"Supongamos por ejemplo, que un hombre llamado «Ivanov» escuche la descripción de este método de observación de sí. Se le ha dicho que un hombre debe dividirse a sí mismo: de un lado «él» o «yo» y del otro «Ouspensky», «Petrov» o «Zakharov». Entonces se divide literalmente como he dicho. «Éste es "yo", se dice a sí mismo, y aquél es "Ouspensky", "Petrov" o "Zakharov".» Nunca dirá «Ivanov». Esto lo encuentra desagradable; de esta manera inevitablemente empleará cualquier otro apellido o nombre de pila. Además, llamará «yo» a lo que le gusta en él, o en todo caso, lo que encuentra de fuerte en él, mientras que llamará «Ouspensky», «Petrov» o «Zakharov», a lo que no le gusta o considera como sus debilidades. Sobre esta base se pone a razonar, completamente equivocado por supuesto, ya que se engañó sobre el punto más importante, al rehusar enfocar lo que él realmente es, es decir «Ivanov», y al no prestar atención sino a los imaginarios «Ouspensky», «Petrov» o «Zakharov».
"Es aun difícil imaginar lo mucho que detesta un hombre emplear su propio nombre cuando habla de sí en tercera persona. Hace todo lo posible por evitarlo. Se llama a sí mismo por otro nombre, como lo acabo de decir, o inventa para sí un nombre falso, un nombre por el cual nadie lo ha llamado jamás, ni lo llamará nunca; o se llama simplemente «él» y así sucesivamente. Bajo este aspecto no son excepción las personas que acostumbran llamarse en sus conversaciones mentales por su nombre de pila, su sobrenombre o diminutivos afectuosos.
Cuando llegan a la observación de sí prefieren llamarse ellos mismos «Ouspensky» o decir «el Ouspensky en mí», como si pudiera haber un «Ouspensky» en ellos mismos. ¡Como si no sobrara «Ouspensky» para Ouspensky mismo!
"Pero cuando un hombre comprende su impotencia frente a «Ouspensky», su actitud hacia sí mismo y hacia el «Ouspensky» en él, deja de ser indiferente o apática.
"La observación de sí deviene la observación de «Ouspensky». El hombre comprende que no es «Ouspensky», que «Ouspensky» no es sino la máscara que él lleva, el papel que él desempeña inconscientemente y que por desgracia no puede evitar desempeñarlo, un papel que lo domina y le hace decir y hacer miles de cosas estúpidas, miles de cosas que él nunca haría ni diría.
"Si es sincero consigo mismo, siente que está en poder de «Ouspensky» y al mismo tiempo siente que no es «Ouspensky».
"Comienza a tener miedo de «Ouspensky», comienza a sentir que «Ouspensky» es su enemigo. Todo lo que quiera hacer es interceptado y alterado por «Ouspensky». «Ouspensky» es su «enemigo». Los deseos, los gustos, las simpatías, las antipatías, los pensamientos, las opiniones de «Ouspensky», o bien se oponen a sus propias ideas, sentimientos y estados de ánimo, o no tienen nada en común con ellos. Y sin embargo «Ouspensky» es su amo. Él es el esclavo. No tiene voluntad propia. Está lejos de poder expresar sus deseos, porque todo lo que querría decir o hacer siempre será hecho por «Ouspensky» y no por él.
"A este nivel de la observación de sí, este hombre ya no debe tener sino una sola meta: librarse de «Ouspensky». Y puesto que de hecho no puede librarse porque él es «Ouspensky», debe por consiguiente dominarlo y obligarlo a hacer no lo que desea el «Ouspensky» del momento, sino lo que él mismo quiere hacer. «Ouspensky» que es hoy el amo, debe convertirse en el servidor.
"Éste es el primer paso en el trabajo sobre sí; hay que separarse de «Ouspensky», no sólo en el pensamiento, sino de hecho, y llegar a sentir que uno no tiene con él nada en común. Pero hay que tener muy presente en la mente que toda la atención debe quedar concentrada sobre «Ouspensky». En efecto, un hombre es incapaz de explicar lo que él mismo es en realidad; sin embargo puede explicar «Ouspensky» a sí mismo, y es por aquí por donde debe comenzar, recordando al mismo tiempo que él no es «Ouspensky».
"Nada hay más peligroso en este caso que fiarse de su propio juicio. Si un hombre tiene suerte, quizá tendrá a su lado a alguien que le diga donde está él y donde está «Ouspensky».
Es además necesario que tenga fe en esta persona, si no, no dejará de pensar que comprende todo mucho mejor por sí solo, y que no necesita aprender dónde está él y dónde está «Ouspensky». Y esto no es sólo con relación a sí mismo, sino también con relación a los demás, de quienes imagina ver y conocer sus «Ouspensky»; y naturalmente se engaña. Porque en este estado, un hombre no puede ver nada ni sobre sí mismo ni sobre los demás. Y cuanto más convencido esté de que puede, tanto más se engañará. Por el contrario, si es capaz de la más mínima sinceridad hacia sí mismo, y si realmente quiere conocer la verdad, entonces puede encontrar una base exacta e infalible, primero para juzgarse correctamente a sí mismo, luego para juzgar a los demás. Pero todo el problema está precisamente en ser sincero consigo mismo. Y esto está lejos de ser fácil. La gente no comprende que la sinceridad se debe aprender. Se imagina que depende de su deseo o de su decisión el ser sinceros o el no serlo.
"Pero ¿cómo podría un hombre ser sincero consigo mismo, cuando este hombre «sinceramente» no ve lo que necesitaría ver en sí mismo? Es necesario que alguien se lo muestre. Y su actitud hacia quien se lo muestre debe ser justa, es decir aquella que lo ayude a ver lo que le es mostrado, y no la que necesariamente se lo impida, como sucede cada vez que un hombre se imagina que no tiene nada que aprender de nadie.
"En el trabajo ésta es una fase crítica. Un hombre que pierde su dirección en este momento ya no la vuelve a encontrar nunca. Porque no hay que olvidar que tal cual es el hombre en la actualidad, no está en condiciones de distinguir en él «Yo» y «Ouspensky». Todos sus esfuerzos en este sentido no evitarán que se mienta, que se ponga a inventar y nunca podrá verse tal cual es en realidad. Es necesario convencerse profundamente de esto; sin ayuda exterior, un hombre jamás podrá verse.
"¿Por qué esto es así? Recuérdenlo. Hemos dicho que la observación de sí conduce a la constatación de que el hombre se olvida sin cesar. Su impotencia para recordarse a sí mismo es uno de los rasgos más característicos de su ser y la verdadera causa de todo su comportamiento. Esta impotencia se manifiesta de mil maneras. No recuerda sus decisiones, no recuerda la palabra que se ha dado a sí mismo, no recuerda lo que ha dicho o sentido hace un mes, una semana, un día o tan sólo una hora. Comienza un trabajo y muy pronto olvida por qué lo había emprendido, y es en el trabajo sobre sí donde este fenómeno se produce con una frecuencia muy especial. Un hombre no puede recordar una promesa dada a otro, sino con la ayuda de asociaciones artificiales, de asociaciones educadas en él, las cuales a su vez se asocian a toda clase de concepciones, también ellas formadas artificialmente, tales como el «honor», la «honradez», el «deber» y así sucesivamente. En realidad se puede decir que por cada cosa que recuerda un hombre, siempre hay otras diez, mucho más importantes, que olvida. Pero el hombre nunca olvida nada más fácilmente que lo que se refiere a él mismo, por ejemplo: «las fotografías mentales» que ha podido tomar.
"De esta manera, sus opiniones y sus teorías se encuentran desprovistas de toda estabilidad y de toda precisión. El hombre no recuerda lo que ha pensado o lo que ha dicho; no recuerda cómo ha pensado o cómo ha hablado.
"Esto, a su vez, está en relación con una de las características fundamentales de la actitud del hombre hacia sí mismo y hacia lo que lo rodea, a saber: su constante «identificación» con todo lo que llama su atención, sus pensamientos o sus deseos y su imaginación.
"«La identificación» es un rasgo tan común, que en la tarea de la observación de sí es difícil separarla del resto. El hombre está siempre en estado de identificación; sólo cambia el objeto de su identificación.
"El hombre se identifica con un pequeño problema que encuentra en su camino y olvida completamente las grandes metas que se propuso al principio de su trabajo. Se identifica con un pensamiento y olvida todos los demás. Se identifica con una emoción, con un estado de ánimo, y olvida otros sentimientos más profundos. Al trabajar sobre sí mismas, las personas se identifican hasta tal punto con metas aisladas que pierden de vista el conjunto. Para ellas los dos o tres árboles más cercanos llegan a representar todo el bosque.
"La identificación es nuestro más terrible enemigo porque penetra por todas partes. En el mismo momento en que creemos luchar contra ella seguimos siendo víctimas de su engaño. Y si nos es tan difícil liberarnos de la identificación, es porque no identificamos más fácilmente con las cosas que más nos interesan, a las que damos nuestro tiempo, nuestro trabajo y nuestra atención. Para liberarse de la identificación el hombre debe
entonces estar constantemente en guardia y ser despiadado consigo mismo. Es decir, que no debe tener miedo de desenmascarar todas sus formas sutiles y escondidas.
"Es indispensable ver y estudiar la identificación a fin de descubrirla en nosotros mismos hasta sus raíces más profundas. Pero la dificultad de la lucha contra la identificación se acrecienta aún más por el hecho de que cuando la gente la nota, la mira como una cualidad excelente y le concede los nombres de «entusiasmo», «celo», «pasión», «espontaneidad», «inspiración», etc. Consideran que realmente no pueden hacer un buen trabajo en cualquier terreno sino en estado de identificación. En realidad esto es una ilusión. En tal estado el hombre no puede hacer nada sensato. Y si la gente pudiera ver lo que significa el estado de identificación, cambiaría de opinión. El hombre identificado no es más que una cosa, un trozo de carne; pierde hasta la poca semejanza que tenía con un ser humano. En el Oriente, donde se fuma el hashish y otras drogas, a menudo sucede que un hombre se identifica con su pipa hasta el punto de considerarse a sí mismo como una pipa. Esto no es un chiste, sino un hecho.
Se toma efectivamente una pipa. Esto es la identificación. Pero para llegar a esto no son necesarios en lo más mínimo el hashish o el opio. Miren a la gente en las tiendas, los teatros o restaurantes. Vean cómo se identifican con las palabras cuando discuten o tratan de probar algo, sobre todo algo que no conocen. No son más que deseo, avidez, o palabras; de ellos mismos no queda nada. "La identificación es el principal obstáculo para el recuerdo de sí. Un hombre que se identifica es incapaz de recordarse a sí mismo. Para poder recordarse a sí mismo, primero es necesario no identificarse. Pero para aprender a no identificarse, ante todo el hombre debe no identificarse consigo mismo, no llamarse a sí mismo «Yo», siempre y en todas las ocasiones. Debe recordar que hay dos en él, que hay él mismo, es decir Yo en él, y el otro con el cual debe luchar y al que debe vencer si quiere alcanzar cualquier rosa. Mientras un hombre se identifique o sea susceptible de identificarse, es esclavo de todo lo que puede sucederle. La libertad significa ante todo liberarse de la identificación.
"Después de haber estudiado la identificación en general, hay que prestar atención a uno de sus aspectos particulares: la identificación con las personas que toma la forma de la «consideración».
"Hay varias clases de consideración.
"En la mayoría de los casos un hombre se identifica con lo que piensan los demás de él, con la forma en que lo tratan, con la actitud que tienen hacia él. Un hombre piensa siempre que los demás no lo aprecian lo suficiente, que no son suficientemente corteses o atentos. Todo esto lo atormenta, lo preocupa, lo vuelve receloso y hace que desperdicie una cantidad enorme de energía en conjeturas o en suposiciones; de esta manera desarrolla en él una actitud desconfiada y hostil respecto a los demás. Cómo lo han mirado, lo que se piensa de él, lo que se dice de él, todo esto toma una importancia enorme a sus ojos.
"Y no solo «considera» a las personas sino también a la sociedad y a las condiciones históricas. Todo lo que a tal hombre le desagrada le parece injusto, ilegítimo, falso e ilógico.
Siempre el punto de partida de su juicio es que las cosas pueden y deben ser cambiadas. La «injusticia» es una de las palabras que sirven a menudo de máscara para la «consideración».
Cuando un hombre se convence de que lo que lo subleva es una «injusticia», el dejar de considerar equivaldría para él a «reconciliarse con la injusticia».
"Hay personas capaces no sólo de «considerar» la injusticia o el poco caso que se les hace, sino de «considerar» aun el estado del tiempo. Esto parece ridículo, pero es un hecho: la gente es capaz de considerar el clima, el calor, el frío, la nieve, la lluvia; pueden enojarse e indignarse contra el mal tiempo. El hombre toma todo de una manera personal, como si todo en el mundo hubiese sido dispuesto especialmente para complacerlo o por el contrario para causarle desagrado y fastidio.
"Todo esto no es sino una forma de «identificación» y se podrían citar muchas otras formas. Este tipo de consideración se basa enteramente en las «exigencias». El hombre en su fuero interno «exige» que todo el mundo lo tome por alguien notable, a quien cada cual debería constantemente mostrar respeto, estima y admiración por su inteligencia, su belleza, su habilidad, su sentido del humor, su presencia de ánimo, su originalidad y todas sus otras cualidades. Esta «exigencias» se basan a su vez en la noción completamente fantástica que la gente tiene de si misma, lo que sucede muy a menudo aun con personas de apariencia muy modesta. En cuanto a los escritores, actores, músicos, artistas y políticos, son casi sin excepción unos enfermos. ¿Y de qué sufren? Ante todo de una extraordinaria opinión de sí mismos, luego de exigencias y finalmente de «consideración», es decir de una predisposicion para ofenderse por la menor falta de comprensión o de apreciación.
"Hay todavía otra forma de «consideración» que puede quitarle al hombre una gran parte de su energía. Tiene como punto de partida la actitud que consiste en creer que no considera lo suficiente a otra persona y que ésta se ofenda por esto. Comienza a decirse que quizá él no piensa lo suficiente en esta otra persona, que no le presta suficiente atención y que no le da un lugar suficientemente grande. Todo esto no es sino debilidad. Los hombres se tienen miedo unos a otros. Y esto puede llegar muy lejos. He visto estos casos muy a menudo. Un hombre puede llegar de esta manera a perder el equilibrio, si alguna vez lo tuvo, y conducirse de manera completamente insensata. Se molesta contra sí mismo, y siente cuan estúpido es, pero no se puede detener, porque en este caso, de lo que se trata es precisamente de «no considerar».
"Otro ejemplo, quizá peor aún, es el del hombre que considera que según él «debería» hacer algo, mientras en realidad no tiene absolutamente nada que hacer. «Deber» y «no deber» es un problema difícil: es difícil comprender cuándo un hombre realmente «debe» y cuándo «no debe». Esta cuestión no se puede abordar sino desde el punto de vista de la «meta». Cuando un hombre tiene una meta, debe hacer exclusivamente lo que le permita acercarse, y nada que pueda alejarlo de ella.
"Como ya lo he dicho, las personas se imaginan a menudo que si comienzan a combatir la «consideración» en sí mismas, perderían su sinceridad y tienen miedo porque piensan que en este caso perderán algo, una parte de sí mismas. Aquí se produce el mismo fenómeno que en las tentativas de lucha contra la expresión de las emociones desagradables. La única diferencia es que en este último caso el hombre lucha contra la expresión «exterior» de sus emociones y en el otro, contra la manifestación «interior» de emociones que quizás sean las mismas.
"Por supuesto este miedo de perder su sinceridad es un engaño, una de esas fórmulas engañosas en que descansa la debilidad humana. El hombre no puede impedir el identificarse ni el «considerar interiormente», no puede impedir el expresar sus emociones desagradables, por la sola razón de que es débil. La identificación, la consideración, la expresión de emociones desagradables son manifestaciones de su debilidad, de su impotencia, de su incapacidad de dominarse. Pero como no quiere confesarse esta debilidad, la llama «sinceridad» u «honradez», y se dice a sí mismo que no desea luchar contra su sinceridad, cuando de hecho es incapaz de luchar contra sus debilidades.
"La sinceridad, la honradez, son en realidad algo totalmente diferente. Lo que por lo general se llama «sinceridad» es simplemente un rehusar a refrenarse. En lo más profundo de sí mismo todo hombre lo sabe bien. De manera que cada vez que pretende no perder su sinceridad, se miente a sí mismo.
"He hablado hasta ahora de la consideración interior. Seria posible dar muchos otros ejemplos. Pero les toca a ustedes el hacerlo, quiero decir que a ustedes les toca buscar estos ejemplos, en sus observaciones sobre ustedes mismos y sobre los otros.
"Lo contrario de la consideración interior —la consideración exterior— constituye en parte un medio de lucha contra ella. La consideración exterior se basa en una especie de relación con la gente que es totalmente diferente de la consideración interior. Es una adaptación a la gente, a su comprensión y a sus exigencias. Al considerar exteriormente, un hombre realiza todo lo necesario para hacerse la vida más fácil a sí mismo y a los demás. La consideración exterior necesita un conocimiento de los hombres, una comprensión de sus gustos, de sus hábitos y de sus prejuicios. Al mismo tiempo, la consideración exterior requiere un gran poder sobre si mismo, un gran dominio de sí. Sucede muy a menudo que un hombre desea sinceramente expresar o mostrar a alguien de una u otra manera lo que realmente piensa de él o lo que siente respecto a él. Si es débil, cede naturalmente a su deseo, tras lo cual se justifica diciendo que no quería mentir, que no quería fingir, que quería ser sincero. Luego, se convence a sí mismo de que la culpa era del otro. Quería realmente considerarlo y aun estaba dispuesto a ceder, no quería disputas, etc... Pero el otro rehusó considerarlo, así que no había nada que hacer con él. Sucede a menudo que un hombre comienza con una bendición y termina con una injuria. Decide no considerar a los demás y después los censura por no considerarlo a él. Este ejemplo muestra cómo la consideración exterior degenera en consideración interior. Pero si un hombre se recuerda realmente a sí mismo, comprende que el otro es tan máquina como él.
Entonces se pondrá en el lugar del otro. Al hacerlo, llegará a ser realmente capaz de comprender lo que el otro piensa y siente. Si se puede comportar así, su trabajo se vuelve mucho mas fácil para el. Pero si se acerca a un hombre con sus propias exigencias, no obtendrá sino una nueva consideración interior.
"Es muy importante en el trabajo una justa consideración exterior. A menudo sucede que hombres que comprenden muy bien la necesidad de la consideración exterior en la vida, no comprenden esta necesidad en el trabajo; deciden que justamente porque trabajan sobre sí mismos, tienen el derecho de no considerar. Mientras que en realidad, en el trabajo, es decir para que éste sea eficaz, es necesario diez veces más consideración exterior que en la vida corriente, porque solamente la consideración exterior del alumno puede mostrar su valoración y su comprensión del trabajo; en efecto, los resultados del trabajo son siempre proporcionales a la valoración y a la comprensión que se tiene de él. Recuerden que el trabajo no puede comenzar y proseguir en un nivel más bajo que el del «hombre de la calle», es decir, en un nivel inferior al de la vida ordinaria. Es un principio de los más importantes, que es olvidado muy fácilmente. Pero hablaremos de esto más tarde."
G. nos recordó una vez más el hecho de que olvidamos constantemente las dificultades de nuestra situación.
—Ustedes piensan a menudo de una manera muy ingenua, dijo. Creen que ya pueden «hacer».
Es cierto que deshacerse de esta convicción es la cosa más difícil del mundo. Ustedes no comprenden toda la complejidad de su estructura interior, no se dan cuenta de que cada esfuerzo, además de los resultados deseados —si es que los produce— trae miles de resultados inesperados, a menudo indeseables. Por ende, olvidan constantemente (y aquí mismo está su más grave error) que no comienzan por el principio, con una linda máquina completamente nueva y limpia. Hay detrás de cada uno años de vida errónea y estúpida.
Siempre han cedido a sus debilidades, siempre han cerrado los ojos a sus errores, tratando de evitar toda verdad desagradable; mintiéndose a sí mismos constantemente, justificándose, culpando a los demás, y así sucesivamente. Es inevitable que todo esto haya dañado su máquina. Por un lado está sucia, oxidada en varios sitios; por otro lado su mal funcionamiento ha hecho surgir dispositivos artificiales.
"Estos dispositivos artificiales se opondrán a cada instante a sus buenas intenciones.
"Se llaman «topes».

* * *

"«Tope» es un término que necesita una explicación especial. Todos saben lo que son los topes de los vagones de ferrocarril: aparatos amortiguadores de choques. En la ausencia de estos topes los menores choques de un vagón contra el otro podrían ser muy desagradables y peligrosos. Los topes atenúan los efectos de estos choques y los hacen imperceptibles.
"En el hombre existen dispositivos exactamente análogos. No son creados por la naturaleza sino por el hombre mismo, aunque involuntariamente. En su origen se encuentran las múltiples contradicciones de sus opiniones, de sus sentimientos, de sus simpatías, de lo que dice, de lo que hace. Si un hombre tuviese que sentir durante su vida entera todas las contradicciones que están en él, no podría vivir ni actuar tan tranquilamente como ahora. Sin cesar se producirían en él fricciones; sus inquietudes no lo dejarían reposar nunca. No podemos ver cuan contradictorios y hostiles entre sí son los diferentes «yoes» que forman
nuestra personalidad. Si un hombre pudiera sentir todas estas contradicciones sentiría lo que él realmente es. Sentiría que está loco. Para nadie es agradable sentirse loco. Además, tal pensamiento priva al hombre de su confianza en sí mismo, debilita su energía, frustra su «respeto de sí mismo». De una manera u otra, tiene entonces que dominar este pensamiento o desterrarlo. O bien tiene que destruir sus contradicciones o dejar de verlas y de sufrirlas. Un hombre no puede destruir sus contradicciones, pero deja de sentirlas cuando los topes aparecen en él. A partir de entonces ya no siente los impactos que resultan del choque entre perspectivas, emociones y palabras contradictorias.
"Los «topes» se forman lenta y gradualmente. Muchísimos se crean artificialmente por la «educación». Otros deben su existencia a la influencia hipnótica de toda la vida circundante. El hombre está rodeado de gente que habla, piensa, siente, vive por medio de sus «topes». Al imitarlos en sus opiniones, acciones y palabras crea involuntariamente en sí mismo «topes» análogos que le hacen la vida más fácil, ya que es muy duro vivir sin «topes». Pero éstos impiden toda posibilidad de desarrollo interior porque están hechos para amortiguar los choques; empero, los choques, y sólo ellos, pueden sacar al hombre del estado en que vive, es decir, despertarlo. Los «topes» arrullan el sueño del hombre y le dan la agradable y apacible sensación de que todo irá bien, que no existen las contradicciones y que puede dormir en paz.
Los «topes» son dispositivos que permiten al hombre tener siempre la razón: le impiden sentir su conciencia moral.
"La «conciencia» es otro término que necesita explicación. "En la vida ordinaria, se toma el concepto de «conciencia» de una manera demasiado simple. ¡Como si nosotros tuviéramos conciencia! De hecho, el concepto de «conciencia moral», dentro del dominio emocional, equivale al concepto de «intuición intelectual»[1] dentro del dominio intelectual. Y así como no tenemos intuición intelectual tampoco tenemos conciencia moral.
"La intuición intelectual es un estado en el cual el hombre conoce de una manera inmediata y total todo lo que sabe en general; un estado en el cual es capaz de ver cuán poco sabe y cuántas contradicciones hay en lo que sabe.
"La conciencia moral es un estado en el cual el hombre siente de una manera inmediata y total todo lo que siente en general o puede sentir. Y como cada uno tiene en sí millares de sentimientos contradictorios, que van desde una constatación profundamente escondida de su propia nulidad, hasta las formas más estúpidas de la infatuación — y de toda clase de terrores hasta la presunción, la suficiencia y la autoidolatría — sentir todo esto simultáneamente no sólo sería doloroso; sería insoportable.
"Si un hombre cuyo mundo interior consiste por entero de contradicciones, sintiese a la vez todas sus contradicciones, si sintiese súbitamente que ama todo lo que odia, y que odia todo lo que ama, que miente cuando dice la verdad y que dice la verdad cuando miente; y si pudiese sentir la vergüenza y el horror de tal mezcolanza — conocería entonces el estado que se llama «conciencia moral». Un hombre no puede vivir en tal estado; tiene que destruir las contradicciones o destruir la conciencia. No puede destruir la conciencia, pero si no puede destruirla, puede hacerla dormir, lo que significa que puede separar en sí mismo mediante barreras impenetrables un sentimiento de otro, nunca verlos juntos, no sentir- nunca su incompatibilidad ni lo absurdo de su coexistencia.
"Pero felizmente para el hombre, es decir para su paz y su sueño, este estado de conciencia es muy raro. Desde su más tierna infancia, los topes han comenzado a desarrollarse y a fortalecerse en él, quitándole progresivamente toda posibilidad de ver sus contradicciones interiores; por consiguiente, para él no hay el menor peligro de un súbito despertar. El despertar sólo es posible para aquellos que lo buscan, que lo quieren, y que están dispuestos a luchar consigo mismos, a trabajar sobre si mismos, mucho tiempo y con perseverancia para obtenerlo. Con este fin, es absolutamente necesario destruir los «topes», es decir, ir al encuentro de todos los sufrimientos interiores que están ligados a la sensación de las contradicciones. Además, la destrucción misma de los «topes» exige un trabajo muy largo, y un hombre tiene que estar de acuerdo con este trabajo, comprendiendo bien que para él el despertar de su conciencia estará acompañado de todas las incomodidades y de todos los sufrimientos imaginables.
"Pero la conciencia moral es el único fuego que puede fundir todos los polvos metálicos del crisol, del que ya hemos hablado, y crear la unidad que el hombre no poseía en el estado en que emprendió el estudio de sí mismo.
"El concepto de «conciencia moral» nada tiene en común con el de «moralidad».
"La conciencia moral es un fenómeno general y permanente. Es la misma para todos los hombres y no es posible sino en ausencia de los «topes». Desde el punto de vista de las diferentes categorías de hombres, podemos decir que existe la conciencia del hombre que no tiene contradicciones. Esta conciencia no es sufrimiento, sino una alegría de carácter enteramente nuevo, y que somos incapaces de comprender. El despertar aun momentáneo de la conciencia moral en un hombre con millares de «yoes» diferentes implica obligatoriamente el sufrimiento.
Por tanto, si estos instantes de conciencia se repiten más a menudo y duran cada vez más, si el hombre no les teme, sino por el contrario coopera con ellos y trata de guardarlos y prolongarlos, un elemento de alegría muy sutil, un gusto anticipado de la verdadera «conciencia lúcida» penetrará gradualmente en él.
"El concepto de moralidad no es general. La moralidad está hecha de «topes». No hay una moral común: lo que es moral en la China es inmoral en Europa y lo que es moral en Europa es inmoral en la China, lo que es moral en San Petersburgo es inmoral en el Cáucaso y lo que es moral en el Cáucaso no lo es en San Petersburgo. Lo que es moral para una clase de la sociedad es inmoral para otra y viceversa. La moral es siempre y en todas partes un fenómeno artificial. Está hecha de múltiples «tabúes», es decir de restricciones y de exigencias variadas, algunas veces sensatas en su raíz, otras veces habiendo perdido todo sentido, o no habiéndolo tenido nunca porque han sido establecidas sobre una base falsa, sobre un terreno de supersticiones y de terrores imaginarios.
"La moralidad está hecha de «topes». Y puesto que hay topes de todas clases y como las condiciones de vida varían considerablemente en los diferentes países, en diferentes épocas y entre distintas clases sociales, la moral así establecida es también muy diversa y contradictoria. No existe una moral común a todos. Asimismo es imposible decir que hay una sola moral para toda Europa, por ejemplo. Se dice algunas veces que la moral europea es la «moral cristiana». Pero ante todo, la idea de «moral cristiana» admite en sí misma un número muy grande de interpretaciones, y muchos crímenes han sido justificados por esta «moral cristiana». Luego la Europa moderna no tiene realmente casi nada en común con la «moral cristiana» cualquiera que sea el sentido que se le atribuya.
"En todo caso, si es la «moral cristiana» la que ha llevado a Europa a la guerra que se desarrolla actualmente, ¿no sería preferible mantenerse tan alejado como fuese posible de tal moral?
—Muchas personas dicen que no comprenden el aspecto moral de su enseñanza, dijo uno de nosotros.
—Y otros dicen que su enseñanza no comporta moral alguna.
—¡Seguro que no! dijo G. A la gente le gusta mucho hablar de moral. Pero la moral es una simple autosugestión. Lo que es necesario es la conciencia. No enseñamos moral. Enseñamos cómo se puede descubrir la conciencia. La gente no se pone contenta cuando decimos esto. Dicen que no tenemos amor. Simplemente porque no alentamos la debilidad y la hipocresía, sino por el contrario arrancamos todas las máscaras. Aquél que desea la verdad no hablará de amor o Cristianismo porque sabe cuán lejos está de esto. La doctrina cristiana es para los Cristianos. Y los Cristianos son aquellos que viven de acuerdo con Cristo, es decir que hacen todo según sus preceptos. ¿Pueden vivir en conformidad con los preceptos de Cristo, aquellos que hablan de amor y de moral? Naturalmente, no lo pueden hacer; pero siempre habrá
habladurías de este tipo y siempre habrá gente para quien las palabras pesarán más que las cosas. Sin embargo, hay una señal que nunca falla: quienes hablan de tal manera son hombres vacíos; no vale la pena perder el tiempo con ellos.
"La moral y la conciencia son dos cosas bien diferentes. Una conciencia nunca puede contradecir a otra. Pero una moral siempre puede contradecir y aun negar fácilmente a otra moral. Las morales se destruyen completamente unas a otras. Los hombres con «topes» pueden ser muy morales. Pero sus «topes» pueden ser diferentes; dos hombres muy morales pueden entonces considerarse el uno al otro muy inmorales. Por regla general esto es casi inevitable. Cuanto más «moral» es un hombre tanto más estima «inmorales» a los demás hombres «morales», que no lo son de la misma manera que él.
"La idea de moral está ligada a la idea de buena o mala conducta. Pero la noción del bien y del mal difiere de un hombre a otro; siempre es subjetiva en el hombre Nº 1, 2 ó 3, y cada vez es función del momento o de la situación. El hombre subjetivo no puede tener una concepción general del bien y del mal. Para el hombre subjetivo, el mal es todo lo que se opone a sus deseos, a sus intereses, o a su concepción del bien.
"Se puede decir que para el hombre subjetivo, el mal en realidad no existe. Para él no existen sino diversas concepciones del bien. Nadie jamás hace nada deliberadamente por servir al mal, por amor al mal. Cada uno actúa por servir al bien como él lo entiende. Pero cada uno lo entiende de diferente manera. Por consiguiente los hombres se despedazan y se asesinan por servir al bien. La razón es siempre la misma: su ignorancia y el profundo sueño en que viven.
"Esto es tan evidente que aun parece extraño que la gente no piense en ello. En todo caso, el hecho es que no pueden llegar a esta comprensión, y cada uno considera «su bien» como el único bien, y todo el resto como el mal. Seria ingenuo y perfectamente vano el alimentar la esperanza de que los hombres pudieran comprender alguna vez y desarrollar en ellos una idea general e idéntica del bien.
—Pero ¿no existen el bien y el mal por sí mismos, fuera del hombre? preguntó uno de los presentes.
—Sí, dijo G., solamente que esto está muy lejos de nosotros y no vale la pena perder nuestro tiempo tratando de comprenderlo ahora. Recuerden simplemente esto: la única posible y permanente idea del bien y del mal para el hombre está ligada a la idea de la evolución; por supuesto, no a la idea de la evolución mecánica sino a la idea del desarrollo del hombre por sus esfuerzos conscientes, por el cambio de su ser, por la creación de la unidad en él. y por la formación de un Yo permanente.
"No se puede formar en el hombre una idea permanente del bien y del mal si no está puesta en relación con una meta permanente y una comprensión permanente. Si un hombre comprende que esta dormido, y si tiene deseo de despertar, todo cuanto pueda ayudarle será el bien, y todo cuanto obstaculice su camino, todo cuanto tienda a prolongar su sueño, será el mal. De la misma manera él podrá discernir exactamente lo que es bueno y malo para los demás. Lo que les ayuda a despertar es bueno, lo que se lo impide es malo. Pero sólo es así para aquellos que quieren despertarse, es decir para aquellos que comprenden que están dormidos. Los que no se dan cuenta que están dormidos y que no pueden tener deseos de despertar. no pueden tener la comprensión del bien y del mal. Y como en su inmensa mayoría las personas no se dan cuenta y jamás se darán cuenta de que están dormidas, nunca podrá existir para ellas el bien y el mal.
"Esto contradice las ideas generalmente aceptadas. La gente tiene el hábito de pensar que el bien y el mal deben ser el bien y el mal para todo el mundo, y sobre todo, que el bien y el mal existen para todo el mundo. En realidad, el bien y el mal no existen sino para un pequeño número, para aquellos que tienen una meta y se dirigen hacia esta meta. Entonces, para ellos, lo que va en contra de su meta es el mal, y lo que les ayuda es el bien.
"Pero la mayoría de los durmientes dirán naturalmente que tienen una meta y que siguen una dirección definida. Para un hombre el darse cuenta de que no tiene meta y de que no va a ninguna parte es el signo de que se aproxima a un despertar; es signo que el despertar llega a ser realmente posible para él. El despertar de un hombre empieza en el instante en que se da cuenta de que no va a ninguna parte y de que no sabe a dónde ir, "Como ya hemos dicho, los hombres se atribuyen un gran número de cualidades que en realidad no pueden pertenecer sino a aquellos que han alcanzado un grado más elevado de desarrollo y un grado más elevado de evolución que los de los hombres Nº 1, 2 y 3. La individualidad, un «Yo» único y permanente, la conciencia, la voluntad, la capacidad de «hacer». un estado de libertad interior — ninguna de estas cualidades pertenece al hombre ordinario, no más que la idea del bien y del mal, cuya misma existencia está ligada a una meta permanente, a una dirección permanente y a un centro de gravedad permanente.
"La idea del bien y del mal algunas veces está ligada con la idea de la verdad y la mentira. Pero para el hombre ordinario, la verdad y la mentira no existen más de lo que existen el bien y el mal.
"La verdad permanente y la mentira permanente sólo pueden existir para un hombre permanente. Si un hombre cambia continuamente, la verdad y la mentira también cambiarán continuamente para él. Si a cada momento cada hombre está en un estado diferente, sus concepciones de la verdad serán tan diversas como sus concepciones del bien. Un hombre nunca se da cuenta de la forma en que comienza a ver como verdadero lo que ayer consideraba como falso, y viceversa. No se da cuenta de estos cambios, en la misma forma de que no se-da cuenta de la transición de uno de sus «yoes» a otro.
"En la vida de un hombre ordinario, la verdad y la mentira no tienen ningún valor moral, porque un hombre nunca puede atenerse a una verdad única. Su verdad cambia. Si durante cierto tiempo ésta no cambia, es simplemente porque está mantenida por los «topes». Y un hombre nunca puede decir la verdad. Algunas veces, «se dice» la verdad, otras veces «se dice» una mentira. Por consiguiente, su verdad y su mentira están igualmente desprovistas de valor. Ni una ni otra depende de él, ambas dependen del accidente. Y esto no es menos verdadero en lo que concierne a las palabras de un hombre, a sus pensamientos, a sus sentimientos y a sus concepciones de la verdad y de la mentira.
"Para comprender la interdependencia de la verdad y de la mentira en su vida, un hombre debe llegar a comprender su mentira interior, las mentiras incesantes que se dice a sí mismo.
"Estas mentiras son producidas por los «topes». Para llegar a destruir las mentiras que inconscientemente se fabrica a sí mismo, así como las que inconscientemente presenta a los demás, los .«topes» deben ser destruidos. Pero el hombre no puede vivir sin «topes». Éstos gobiernan automáticamente todas sus acciones, todas sus palabras, todos sus pensamientos y todos sus sentimientos. Si los topes fuesen destruidos, desaparecería lodo control. Un hombre no puede existir sin control, aunque sólo se trate de un control automático. Sólo un hombre que posee la voluntad, es decir un control consciente, puede vivir sin «topes». Por consiguiente, si un hombre comienza a destruir los «topes» en sí mismo, debe al mismo tiempo desarrollar una voluntad. Y como la voluntad no puede ser creada a pedido ya que esto requiere tiempo, el hombre corre el riesgo de encontrarse abandonado con sus «topes» demolidos y con una voluntad aún no suficientemente fuerte. Entonces la única posibilidad que podría tener en esta fase crítica es de ser controlado por otra voluntad ya fortalecida.
"Es por esta razón por lo que en el trabado de escuela, que trae consigo la destrucción de los «topes», un hombre debe estar dispuesto a someterse a la voluntad de otro mientras que su propia voluntad no esté todavía plenamente desarrollada. En general, el problema de esta subordinación a la voluntad de otro hombre es lo primero que se estudia. Empleo la palabra «estudiar» porque el hombre tiene que comprender por qué es indispensable tal obediencia, y tiene que aprender a obedecer. Esto no es nada fácil. Un hombre que comienza el trabajo del estudio de sí con la meta de llegar a un control sobre sí mismo, todavía está acostumbrado a creer en el valor de sus propias decisiones. El mismo hecho que haya visto la necesidad de cambiarse le muestra que sus decisiones son correctas y refuerza la creencia que pone en ellas. Pero cuando comienza a trabajar sobre sí mismo, un hombre tiene que abandonar sus propias decisiones, tiene que «sacrificar sus propias decisiones», porque de otro modo la voluntad del hombre que dirige su trabajo no podría controlar sus acciones.
"En las escuelas del camino religioso la primera exigencia es la obediencia, es decir la sumisión total y absoluta, pero sin comprensión. Las escuelas del cuarto camino exigen, antes que nada, la comprensión. Los resultados de los esfuerzos son siempre proporcionales a la comprensión.
"El renunciamiento a sus propias decisiones, la sumisión a la voluntad de otro, pueden presentar dificultades insuperables para un hombre, si no ha llegado a darse cuenta de antemano que de esta manera no sacrifica ni cambia realmente nada en su vida, ya que toda su vida él ha estado sometido a alguna voluntad ajena y que realmente nunca ha tomado ninguna decisión por sí mismo. Pero el hombre no es consciente de esto. Considera que tiene el derecho de escoger libremente. Le es duro renunciar a la ilusión de que él mismo dirige y organiza su vida. Sin embargo, no hay trabajo posible sobre sí, mientras no se haya liberado de esta ilusión.
"El hombre debe darse cuenta de que él no existe; debe darse cuenta de que no puede perder nada porque no tiene nada que perder: debe darse cuenta de su nadidad en el sentido más fuerte de esta palabra.
"Este conocimiento de su propia nadidad, y sólo ello. puede acabar con el miedo de someterse a la voluntad de otro. Aunque parezca muy extraño, este miedo es en realidad uno de los mas glandes obstáculos que encuentra el hombre en el camino. El hombre teme que le llagan cosas contrarias a sus principios, a sus concepciones, a su ideas. Además, este temor produce de inmediato en él la ilusión de que realmente tiene principios. concepciones y convicciones, que en realidad nunca ha tenido ni sería capaz de tener. Un hombre que durante toda su vida nunca se ha preocupado por la moral, de repente se espanta con la idea de que le harán hacer algo inmoral. Un hombre que nunca se ha ocupado de su salud y que ha hecho todo lo posible por arruinarla, comienza a temer que se verá forzado a hacer algo que le pueda hacer daño. Un hombre que por todas partes durante toda su vida ha mentido a todo el mundo de la manera mas descarada, tiembla al pensar que se le pueda pedir que mienta. Conocí un borracho que a lo que mas temía en el mundo era a que se le hiciera beber.
"Muy a menudo, el miedo de someterse a la voluntad de otro se manifiesta en forma tal, que nada puede lograrse. El hombre no comprende que la subordinación a la voluntad de otro, a la cual se adherirá conscientemente, es el único camino que puede conducirlo a la adquisición de una voluntad propia."
La vez siguiente G. regreso a la cuestión de la voluntad:
—La cuestión de la voluntad, de nuestra propia voluntad y de la voluntad de otro hombre, dijo él, es mucho mas compleja de lo que parece a primera vista. Un hombre no tiene suficiente voluntad para hacer, es decir para dominarse a sí mismo y controlar sus acciones, pero tiene suficiente voluntad para obedecer a otra persona. Y solo de esta manera puede escapar a la ley de accidente. No hay otro camino.
"Ya he hablado del destino y del accidente en la vida del hombre. Examinemos ahora en detalle el sentido de estas palabras. El destino mismo existe pero no para todo el mundo. La mayoría de la gente está separada de su destino y vive solamente bajo la ley del accidente. El destino es el resultado de las influencias planetarias que corresponden a un tipo de hombre dado. Hablaremos de los tipos mas adelante. Mientras tanto comprendan esto: el hombre puede tener el destino que corresponde a su tipo pero prácticamente no lo tiene nunca. Y esto porque el destino concierne a una sola parte del hombre, su esencia.
"Recordemos que el hombre está constituido por dos partes:
esencia y personalidad. La esencia en el hombre es lo que le pertenece. La personalidad en el hombre es «lo que no le pertenece». «Lo que no le pertenece» significa: lo que le ha venido de afuera, lo que él ha aprendido, o lo que él refleja; todas las huellas de impresiones exteriores grabadas en la memoria y en las sensaciones, todas las palabras y todos los movimientos que le han sido enseñados, todos los sentimientos creados por imitación, todo esto es «lo que no le pertenece», todo esto es la personalidad.
"Desde el punto de vista de la psicología ordinaria, la división del hombre en personalidad y esencia es difícilmente comprensible. Sería más exacto decir que la psicología lo ignora todo acerca de esta división.
"Un niño pequeño no tiene todavía personalidad. Él es lo que realmente es. Es esencia. Sus deseos, sus gustos, lo que quiere y lo que no quiere expresan su ser tal cual es.
"Pero tan pronto interviene aquello que llamamos «educación», la personalidad comienza a crecer. La personalidad se forma en parte bajo la acción de influencias intencionales, es decir, de la educación, y en parte por el hecho de la involuntaria imitación de los adultos por el niño mismo. En la formación de la personalidad, también desempeña un gran papel la «resistencia» del niño a los que le rodean y sus esfuerzos por disimular ante ellos lo que le «pertenece», lo que es «real».
"La esencia es la verdad en el hombre; la personalidad es la mentira. Pero a medida que aumenta la personalidad, la esencia se va manifestando más y más raramente, más y más débilmente; aun muchas veces la esencia se detiene en su crecimiento a una edad muy temprana y no puede crecer más. Muy a menudo ocurre que el desarrollo de la esencia de un adulto, aun de un hombre muy intelectual o en el sentido corriente de la palabra, muy culto, se ha detenido al nivel de desarrollo de un niño de cinco a seis años. Esto significa que nada de lo que vemos en este hombre le pertenece en realidad: lo que le pertenece, lo que le es propio, es decir su esencia, se manifiesta habitualmente sólo en sus instintos y en sus emociones más simples. Sin embargo, en ciertos casos la esencia puede crecer paralelamente a la personalidad. Tales casos representan muy raras excepciones, especialmente en las condiciones de vida de los hombres «cultos». La esencia tiene más oportunidades para desarrollarse en los hombres que viven en estrecho contacto con la naturaleza, en condiciones difíciles en las cuales es necesario constantemente combatir y superar los peligros.
"Más como regla general la personalidad de tales hombres está muy poco desarrollada. Tienen más de «lo que realmente les pertenece» pero están casi desprovistos de «lo que no les pertenece»; en otros términos les falta educación e instrucción, les falta cultura. La cultura crea la personalidad; al mismo tiempo es también producto y el resultado de esta última. No nos damos cuenta de que toda nuestra vida, todo lo que llamamos civilización, ciencia, filosofía, arte, política, son creaciones de la personalidad, es decir, de todo lo que en el hombre «no le pertenece».
"En el hombre, el elemento que «no le pertenece» difiere mucho de lo que «le es propio» por el hecho de que puede ser perdido, alterado o quitado por medios artificiales.
"Es posible obtener una confirmación experimental de esta relación de la personalidad a la esencia. En las escuelas del Oriente, se conocen medios y métodos mediante los cuales se pueden separar la esencia y la personalidad de un hombre. Con este fin, se sirven a veces del hipnotismo o de narcóticos especiales, otras veces de ciertas clases de ejercicios. Si por uno u otro de estos medios se separan la personalidad y la esencia de un hombre por un cierto tiempo, se ven dos seres completamente formados, coexistentes de alguna manera en él, que hablan distintas lenguas, que tienen gustos, intereses y metas totalmente diferentes, y a menudo se descubre que uno de los dos se ha quedado en el nivel de un niño muy pequeño. Si el experimento se prolonga, es posible dormir uno de estos dos seres; o bien el experimento puede comenzar con esto, es decir, poniendo a dormir ya sea la personalidad, ya sea la esencia. Ciertos narcóticos tienen la propiedad de dormir a la personalidad sin afectar la esencia. Después de haberle hecho tomar a un hombre el narcótico, se puede ver desaparecer su personalidad por un cierto tiempo, quedándole sólo su esencia. Ocurre que un hombre lleno de ideas variadas y exaltadas, lleno de simpatías y antipatías, de amor, de odio, de apegos, de patriotismo, de hábitos, de gustos, de deseos, de convicciones, de repente se revela completamente vacío, desprovisto de todos sus pensamientos, sentimientos, convicciones y de todo punto de vista personal sobre las cosas. Todo aquello que lo había agitado anteriormente ahora lo deja completamente indiferente. A veces, puede así percibir el carácter artificial e imaginario de sus estados de ánimo habituales y de sus frases pomposas; y aun sucede que puede olvidarlas completamente como si esto no hubiera existido nunca. Tales cosas, por las cuales estaba dispuesto a sacrificar su vida, ahora le parecen ridículas, o insensatas, o indignas de su atención. Todo lo que puede encontrar en sí mismo es un pequeño número de inclinaciones instintivas y de gustos. Le gustan los caramelos, el calor, no le gusta el frío, no quiere trabajar más, o por el contrario, le gusta hacer ejercicio. Esto es todo.
"En ciertos casos muy raros, y a veces cuando menos se espera, la esencia se revela plenamente adulta, plenamente desarrollada, aun cuando la personalidad no lo este; y en tales circunstancias, la esencia engloba todo lo que es firme y real en un hombre.
"Pero esto sucede muy rara vez. Por regla general, la esencia del hombre es o bien primitiva, salvaje e infantil, o simplemente estúpida. El desarrollo de la esencia es fruto del trabajo sobre sí.
"Un momento muy importante en el trabajo sobre sí es aquel en que un hombre comienza a distinguir entre su personalidad y su esencia. El verdadero «Yo» de un hombre, su individualidad, no puede crecer sino a partir de su esencia. Se puede decir que la individualidad de un hombre es su esencia ya adulta, madura. Pero para permitir que crezca la esencia, es indispensable ante todo atenuar la constante presión que la personalidad ejerce sobre ella, porque en la personalidad están contenidos los obstáculos al crecimiento de la esencia.
"Si consideramos al hombre culto promedio, veremos que en la inmensa mayoría de los casos, en tal hombre su personalidad es el elemento activo, mientras su esencia es el elemento pasivo. El crecimiento interior de un hombre no puede comenzar mientras este orden de cosas no cambie. La personalidad debe volverse pasiva y la esencia, activa. Esto no puede producirse hasta que se quiten o se debiliten los «topes», puesto que los «topes», en su conjunto, constituyen el arma principal de la que se sirve la personalidad para mantener sujeta a la esencia.
"Como ya hemos dicho, la esencia de los hombres poco cultos, es en general mucho más desarrollada que la de los hombres cultos. Parece entonces que ellos deberían estar mas cerca de la posibilidad de un desarrollo, pero en realidad no es así, porque su personalidad se demuestra insuficientemente desarrollada. Para crecer interiormente y, desde luego, para trabajar sobre sí, un cierto grado de desarrollo de la personalidad es tan indispensable como una cierta fuerza de la esencia. La personalidad está constituida por los «rollos»,[2] y por los «topes» que resultan de cierto trabajo de los centros. Una personalidad insuficientemente desarrollada significa una falla en los rollos, es decir, una falta de saber, una falta de informaciones, una falta del material en que se basa el trabajo sobre sí. Sin cierta suma de conocimientos, sin cierta cantidad de los elementos que «no le pertenecen», un hombre no puede comenzar el trabajo sobre sí, no puede aun comenzar a estudiarse y a combatir sus hábitos mecánicos, simplemente porque para el no hay razón o motivo para emprender tal trabajo.
"Esto no quiere decir que todos los caminos le están cerrados. El camino del faquir y el camino del monje, que no exigen ningún desarrollo intelectual, le quedan abiertos. Pero los medios o los métodos que pueden ser utilizados por un hombre cuyo intelecto ha sido desarrollado, le son inutilizables. De este modo, la evolución es tan difícil para un hombre sin cultura como para un hombre culto. Un hombre culto vive apartado de la naturaleza, lejos de las condiciones naturales de la existencia, dentro de condiciones artificiales de vida, que desarrollan su personalidad a expensas de su esencia. Un hombre menos culto, que viva en condiciones más normales y naturales, desarrolla su esencia a expensas de su personalidad.
Para que un trabajo sobre sí pueda ser emprendido con éxito, se necesita la conjunción feliz de una personalidad y de una esencia igualmente desarrolladas. Tal conjunción dará las más grandes oportunidades de éxito. Cuando la esencia está muy poco desarrollada, es indispensable un largo periodo de trabajo preparatorio, pero todo este trabajo quedará completamente estéril, si la esencia está interiormente podrida o si ha contraído algunos defectos irremediables. Casos de este tipo se encuentran muy a menudo. Un desarrollo anormal de la personalidad detiene frecuentemente el desarrollo de la esencia en un nivel tan bajo que aquella deviene una pobre y pequeña cosa informe. De una pobre y pequeña cosa informe, nada se puede esperar.
"Además, sucede a menudo que la esencia de un hombre muere mientras que su personalidad y su cuerpo permanecen vivos. Casi todas las personas que vemos en las calles de una gran ciudad son así, interiormente vacías; en realidad, están ya muertas. "Es una suerte para nosotros que no lo veamos y que no sepamos nada de ello. Si supiésemos cuántos hombres están ya muertos y cuan numerosos son los cadáveres que gobiernan nuestras vidas, el espectáculo de este horror nos haría perder la razón. De hecho, muchos hombres se han vuelto locos porque han entrevisto esta realidad sin una preparación suficiente; han visto lo que no estaban facultados para ver. Para estar en condiciones de afrontar esta visión impunemente, hay que estar en el camino. Si un hombre que no puede hacer nada viera la verdad, seguramente se volvería loco. Pero esto sucede rara vez. En el curso ordinario de las cosas, todo está ordenado en forma tal que nadie puede ver nada prematuramente. La personalidad no ve sino lo que quiere ver, y lo que no es contrario a su experiencia. No ve jamás lo que no le gusta — lo cual es a la vez una ventaja y una desventaja. Es una ventaja para el hombre que quiere dormir, y es un obstáculo para el que quiere despertar.
—Si la esencia está sometida a la influencia del destino, preguntó uno de nosotros, ¿significa esto que, comparado al accidente, el destino es siempre favorable al hombre? Yo quisiera saber si un hombre puede ser conducido al trabajo por su destino.
—No, respondió G., no se trata en absoluto de esto. El destino es preferible al accidente sólo en el sentido de que es posible tomarlo en consideración; el destino puede ser conocido de antemano, y entonces es posible prepararnos para lo que nos espera. Por el contrario, en lo que se refiere al accidente no se puede saber nada. Pero el destino puede ser no menos desagradable o no menos difícil. En este caso, a pesar de todo, hay medios que permiten al hombre liberarse de su destino.
"El primer paso en esta dirección consiste en sustraerse a las leyes generales. El accidente general o colectivo se produce exactamente como el accidente individual. Y así como hay un destino individual, hay también un destino general o colectivo. El accidente colectivo y el destino colectivo están gobernados por las leyes generales. Un hombre deseoso de crearse una individualidad propia debe entonces liberarse de las leyes generales. Las leyes generales no son todas ellas obligatorias para el hombre; el puede liberarse de un gran número de éstas, si llega a liberarse de «topes» y de la imaginación. Todo esto se conecta a este problema fundamental: ¿Cómo liberarse de la personalidad? La personalidad encuentra su alimento en la imaginación y la mentira. Cuando la mentira en la cual vive el hombre haya disminuido, y la imaginación se haya debilitado, la personalidad misma no tardará en declinar y el hombre podrá pasar entonces a estar bajo el control ya sea de su destino, o de una línea de trabajo que a su vez está dirigida por la voluntad de otro hombre; de esta manera, un hombre puede ser conducido hasta el punto en que una voluntad podría ser formada en él, una voluntad capaz de hacer frente a la vez al accidente, y si es necesario, al destino."
Estas conversaciones se prolongaron varios meses. Evidentemente, no se trata de poder reconstruirlas en su orden exacto, porque G. tocaba muy a menudo una veintena de temas diferentes en una misma noche. Muchas cosas fueron repetidas en respuesta a las preguntas hechas; finalmente muchas ideas estaban tan estrechamente ligadas que sólo artificialmente se podría separarlas.
En ese entonces, ciertas personas de un tipo bien definido ya habían tomado una actitud negativa con respecto a nuestro trabajo. Después de habernos reprochado nuestra falta de "amor", muchos de ellos se indignaron cuando hubo un pedido de dinero, de pago. A este respecto, era muy característico que los más rebeldes no eran aquellos que tenían dificultad en pagar, sino los que tenían fortuna y para quienes la suma pedida era una simple bagatela.
Aquellos que no podían pagar, o que no podían pagar sino muy poco, siempre comprendían que no se podía obtener algo por nada, y que el trabajo de G., sus viajes a San Petersburgo y el tiempo que él y los otros daban al trabajo, costaban dinero. Sólo aquellos que tenían dinero no lo comprendían, y no querían comprenderlo.
—¿Querría decir esto, por acaso, que el Reino de los Cielos podría ser comprado? preguntaban. Pero nunca se ha pedido dinero para tales cosas. El Cristo decía a sus discípulos:
«No llevéis bolsa ni alforja» —¡y ustedes piden mil rublos! A este paso se pueden hacer excelentes negocios. Supongamos que haya un centenar de alumnos. Esto daría un ingreso de cien mil rublos. ¿Y si hubiera doscientos, trescientos alumnos? ¡Trescientos mil rublos por año, qué magnífica renta!" G. sonreía siempre cuando yo le contaba estos comentarios. —«¡No llevéis bolsa ni alforja!» Pero ¿no hay que tomar de todos modos un boleto de ferrocarril y pagar el hotel? ¡Vean su mentira y su hipocresía! No, aun si no tuviésemos ninguna necesidad de dinero, sería todavía necesario mantener está exigencia. Desde el comienzo esto nos desembarazaría de una cantidad de gente inútil. No hay nada que muestre mejor a la gente que su actitud hacia el dinero. Están listos a despilfarrar tanto y más para sus fantasías personales, pero no tienen ninguna apreciación del trabajo de otro. ¿Quizás yo debo trabajar para ellos y, gratuitamente, darles todo lo que se dignen tomar de mí? «¿Cómo puede comerciarse con el conocimiento? ¡Debe ser regalado!» dicen ellos. Es precisamente por esta razón por lo que es necesario hacerles pagar. Hay quienes jamás pasarán esta barrera. Pero si la pasan, esto significa que nunca pasarán las otras; y éstas no son las únicas razones. Más tarde usted lo verá."
Estas otras razones eran muy sencillas. Eran numerosos los que de hecho no podían pagar. Y aunque G. siempre había mantenido el principio muy estrictamente, en realidad nunca rechazaba a un alumno porque éste no tuviera dinero. Y se descubrió más tarde que él mismo sostenía a un gran número de sus alumnos. Aquellos que pagaban mil rublos pagaban no solamente por ellos mismos, sino por los otros.


NOTAS

1.- La ausencia de términos adecuados nos obliga a traducir consciousness por "intuición intelectual" y conscience por "conciencia moral".
2.- Ver nota 5.

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