Despertar es el potencial propio en todos los seres y la gnosis es la única llave para atravesar la puerta a la liberación que el Demiurgo y sus arcontes mantienen cerrada a través de los agregados activos y reactivos que esclavizan el Espíritu.

Por qué los «hombres» no son hombres

G. I. GURDJIEFF

Belcebú lanzó un profundo suspiro y continuó diciendo:
—Una vez cumplida en este planeta la materialización del proceso «ilnosoparniano», transcurrió, según el cálculo cronológico objetivo, un año.
Durante este período se habían ido coordinando gradualmente en el planeta los procesos correspondientes de involución y evolución de todas las cosas allí existentes.
Y claro está que también empezaron a cristalizarse gradualmente en los seres tricerebrados los datos suficientes para la adquisición de la razón objetiva.
En resumen, como en todos los demás, también en este planeta había comenzado el desarrollo normal de todas las cosas.
Y por ello, querido mío, si la Altísima Comisión bajo la dirección suprema del mencionado Arcángel Sakaki, no hubiera regresado nuevamente a aquel punto al cabo de un año, quizás no se hubieran producido todos los malentendidos subsiguientes relacionados con los seres tricerebrados que habitan aquel malhadado planeta.
Este segundo descenso de la Altísima Comisión al planeta se debió al hecho de que, pese a las medidas que habían sido tomadas —de las que ya te hablé—, no se había cristalizado todavía en las razones de la mayoría de sus miembros sagrados, la completa seguridad de la imposibilidad de toda sorpresa indeseable en el futuro, por lo cual deseaban ahora verificar personalmente, en el lugar, los resultados de aquellas medidas.
Fue precisamente durante este segundo descenso cuando la Altísima Comisión decidió, en todo caso, si no por otro motivo, por lo menos para tranquilizarse al respecto, concretar ciertas medidas especiales posteriores, entre las cuales se hallaba también aquella medida cuyas consecuencias no sólo determinaron la difusión de un tremendo terror entre los seres tricerebrados que habitan aquel desdichado planeta, sino que, por así decirlo, resultaron al fin un estigma maligno para todo nuestro gran Universo.
Deberás saber que en el tiempo de este segundo descenso efectuado por la Altísima Comisión, ya se había desarrollado gradualmente en estos seres —como es lo normal en todos los tricerebrados— lo que llamamos «instinto mecánico».
Los sagrados miembros de esta Altísima Comisión razonaron entonces que si dicho instinto mecánico de los bípedos tricerebrados que habitaban el planeta había de desarrollarse hacia la obtención de la Razón Objetiva —como es regla que ocurre en todas partes entre los seres tricerebrados— sería perfectamente posible que hubieran de comprender prematuramente la causa real de su nacimiento y de su existencia, provocando serios trastornos; podía suceder que habiendo comprendido la razón de su nacimiento, es decir que, habiéndose dado cuenta de que debían mediante su existencia mantener separados los fragmentos de su planeta y estando convencidos de la injusticia de esta esclavitud a circunstancias perfectamente ajenas a
ellos, se negaran a continuar su existencia y se destruyeran a sí mismos por principio.
De modo pues, querido niño, que en vista de esto, la Altísima Comisión decidió entonces, entre otras cosas, implantar provisionalmente en las presencias comunes de los seres tricerebrados que allí vivían un órgano especial con una propiedad tal que, en primer término, les hiciese percibir la realidad deformada y, en segundo lugar, que todas las impresiones repetidas procedentes del exterior cristalizaran en su espíritu datos tales que generasen factores para la evocación de sensaciones de «placer» y de «goce».
Y entonces, de hecho, con la ayuda del Principal Archifísico-químico Común Universal Ángel Looisos, que se contaba también entre los miembros de la Altísima Comisión, se determinó el crecimiento en los seres tricerebrados, de manera especial, en la base de la columna vertebral, en la raíz de la cola —que también ellos tenían, por entonces y lo que es más, dotada de un exterior normal expresivo de la, por así llamarla, «plenitud de su significación íntima»— de un «algo» que permitiera el surgimiento de dichas propiedades.
Y a este «algo» le dieron el nombre, en un principio, de «órgano Kundabuffer».
Una vez determinado el crecimiento de este órgano en las presencias de los seres tricerebrados y una vez comprobado su funcionamiento, la Altísima Comisión integrada por los Sagrados Individuos y encabezada por el Arcángel Sakaki, tranquilizada y con la consciencia limpia, volvió al centro del Universo mientras que allí, en el planeta Tierra que tanto te ha llamado la atención, el efecto de este sorprendente y maravillosamente ingenioso invento comenzó a hacerse sentir desde el primer día desarrollándose luego, crecientemente, como —para decirlo con las palabras de Mullah Nassr Eddin— «el crescendo de la trompeta de Jericó».
Ahora bien; a fin de que puedas tener por lo menos una comprensión aproximada de los efectos provocados por las propiedades del órgano ideado y materializado por el incomparable ángel Looisos —bendito sea su nombre por toda la eternidad— es indispensable que sepas algo acerca de las diversas manifestaciones de los seres tricerebrados que habitan ese planeta, no sólo en la época en que ese órgano Kundabufíer, se contó entre las distintas partes de sus presencias, sino también durante épocas posteriores cuando, si bien este sorprendente órgano y sus propiedades habían sido ya destruidas debido a diversas causas, habían comenzado a cristalizarse en sus presencias las consecuencias de sus propiedades.
Pero ya te explicaré esto más adelante.
Por ahora debo hacerte notar que hubo todavía un tercer descenso de la Altísima Comisión a aquel planeta, tres años después, según los cálculos cronológicos objetivos; pero esta vez se efectuó bajo la dirección del Más Grande Archiserafín Sevohtartra, dado que el Más Grande Arcángel Sakaki se había convertido, entretanto, en el Divino Individuo que sigue siendo todavía en la actualidad, es decir, en uno de los cuatro Tetrasustentadores de todo el Universo.
Y precisamente durante este tercer descenso, una vez establecido claramente mediante acabadas investigaciones por parte de los sagrados miembros de esta tercera Altísima Comisión, que ya no era necesario para el mantenimiento de la existencia de los fragmentos desprendidos del planeta madre continuar la materialización de las medidas preventivas deliberadamente tomadas con anterioridad, se decidió, con ayuda del mismo Archifísicoquimico Ángel Looisos, destruir, conjuntamente con las medidas antes mencionadas, el referido órgano Kundabuffer en las presencias de estos seres tricerebrados, así como todas sus sorprendentes propiedades.
Pero volvamos al relato que había empezado.
Y no te distraigas. Cuando se disipó nuestro desconcierto, provocado por la reciente catástrofe que había puesto en peligro todo el sistema solar, lentamente, después de esta inesperada interrupción, reanudamos nuestra instalación en el nuevo lugar de residencia que nos habían asignado.
Poco a poco, todos nosotros nos familiarizamos con la Naturaleza local, adaptándonos a aquel medio de vida.
Como ya dije antes, muchos de nosotros nos establecimos definitivamente en el planeta Marte; mientras otros, gracias a la nave Ocasión que había sido puesta a disposición de los seres de nuestra tribu para la comunicación interplanetaria, se marcharon o bien se prepararon para marcharse hacia otros planetas del mismo sistema solar.
Pero yo, junto con mis familiares y algunos de mis servidores más cercanos, seguí viviendo en el planeta Marte.
Debo hacerte notar que en la época a la que se refiere mi relato, ya había sido instalado mi primer teskooano en el observatorio construido en el planeta Marte, por lo cual me hallaba dedicado por completo a la organización y al desarrollo de este observatorio destinado a la observación detallada de las remotas concentraciones de nuestro gran Universo y de los planetas de este sistema solar.
En consecuencia, entre los muchos objetos de mis observaciones también se contaba el planeta Tierra. Pasó el tiempo.
También en este planeta comenzó gradualmente a establecerse el proceso de la existencia y,según todo lo  hacía presumir, en la forma que es habitual en todos los planetas.
Pero la estrecha observación demostró, en primer lugar, que el número de seres tricerebrados había aumentado gradualmente y, en segundo término, que de vez en cuando daban lugar a manifestaciones sumamente extrañas, jamás observadas en los demás seres tricerebrados que habitan otros planetas; quiero decir que, repentinamente, y sin razón aparente alguna, comenzaban a destruir entre sí sus propias existencias.
En ocasiones, esta mutua destrucción de vidas no tenía lugar solamente en una región sino en varias, durando, no ya un «Dionosk» sino varios «Dionosks» y a veces, incluso, «Ornakras» enteros. (Dionosk significa «día»; Ornakra significa «mes»).
En ciertas oportunidades se hacía evidente que a raíz de estos horribles procesos disminuía rápidamente el número de terráqueos; pero durante otros períodos, en cambio, el número de habitantes aumentaba considerablemente.
Paulatinamente nos fuimos acostumbrando a esta peculiaridad de los seres que habitan la Tierra, aceptando como explicación de los hechos que, evidentemente, por ciertas consideraciones de naturaleza superior, estas propiedades debían haber sido dadas deliberadamente al órgano Kundabuffer por la Altísima Comisión; en otras palabras, en vista de la fecundidad de estos bípedos, supusimos que la misma había sido concebida intencionalmente, debido a la necesidad de que existiesen en crecido número a fin de poder mantener el Movimiento Armónico cósmico común.
De no haber sido por esta extraña peculiaridad, nunca se le hubiera ocurrido a nadie que había algo «raro» en ese planeta.
Durante el periodo a que me he referido anteriormente, visité personalmente la mayoría de los planetas de aquel sistema solar, recorriendo tanto los habitados como los todavía sin poblar.
Por mi parte, los que más me agradaron fueron los seres tricentrados que habitan en el planeta que lleva el nombre de Saturno, cuyo aspecto exterior es completamente distinto al nuestro, pareciéndose, por el contrario, al del cuervo.
Es interesante notar, dicho sea de paso, que por una u otra razón, la forma «cuervo» no sólo existe en casi todos los planetas de este sistema solar, sino también en la mayoría de los demás planetas de nuestro Gran Universo, en los cuales habitan seres de diversos sistemas cerebrales, recubiertos con cuerpos planetarios de distintas formas.
La comunicación verbal usada por estos seres cuervos, del planeta Saturno, es bastante semejante a la nuestra.
Pero en lo que a su pronunciación se refiere, es, a mi juicio, la más hermosa de cuantas he oído.
Podría compararse con el canto de nuestros mejores cantantes cuando éstos cantan con todo su Ser en un tono menor.
En cuanto a sus relaciones con los demás, sólo pueden llegar a ser conocidas viviendo con ellos y compartiendo su existencia.
Todo lo que puede decirse es que estos seres-pájaros tienen un corazón exactamente igual al de los ángeles más próximos a nuestro ETERNO HACEDOR Y CREADOR.
Estos seres viven en estricta conformidad con el noveno mandamiento de nuestro CREADOR que dice: «Haz con los demás lo que quisieras que hicieran contigo».
Más adelante, tendré por cierto que contarte todo lo referente a estos seres tricerebrados que habitan el planeta Saturno, puesto que uno de mis mejores amigos que me acompañó durante todo mi exilio en aquel sistema solar, fue precisamente un ser de aquel planeta, quien tenía el aspecto exterior de un cuervo, y cuyo nombre era «Harharkh».


capitulo 10 de RELATOS DE BELCEBU A SU NIETO

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